La sanidad de nuestra provincia se encuentra en una situación completamente límite, lo que está repercutiendo de forma directa en la calidad de la atención, el bienestar de los salmantinos y la estabilidad y el futuro de los trabajadores de un sector cada vez más precario. Vemos cómo el proceso de privatización de la sanidad que se está dando en todo el Estado se da de forma acentuada y acelerada en nuestra comunidad, con la Junta de Castilla y León como máximo culpable, gobernada en este caso por la coalición de PP y VOX, y ante la permisividad del gobierno central. Y si hablamos de Salamanca, el estado de la sanidad es insostenible se mire por donde se mire.
Por una parte, nos encontramos con la precariedad laboral dentro del propio sector que tienen que sufrir enfermeras, celadores, auxiliares, médicos, limpiadoras, etc. Vemos una gran presión asistencial -con sanitarios con miles de pacientes a su cargo-, empeoramiento de los derechos laborales en general, aumento de la temporalidad, uso de los contratos Covid, toma de decisiones institucionales completamente al margen de los trabajadores sanitarios, externalización y privatización de todo tipo de servicios -donde los trabajadores sufren condiciones aún más precarias, caso de limpieza o comedores, por ejemplo-, etc.
Es más evidente que nunca que nuestra salud sí entiende de clases: los que no podemos pagarnos un médico privado cada vez tenemos una peor cobertura sanitaria, aun con los enormes esfuerzos de los trabajadores del sector. Y la máxima representación de este problema son las zonas rurales. El acceso a la atención primaria y a las pruebas diagnósticas es bastante limitado, la mayoría de pueblos de la provincia solo tienen consultas 1 o 2 días a la semana, y en cuanto a las especialidades, la mayoría de ellas sólo son operativas en la capital, existiendo centros de especialidades comarcales que no cubren necesidades básicas en muchos casos. Y como punto más peligroso, el acceso a urgencias y a atención hospitalaria de buena parte de la provincia es crítico, encontrándonos grandes zonas que no tienen un hospital a menos de 50km,y algunas incluso de 100km. En definitiva, la sanidad rural en nuestra provincia está sumida en un completo abandono por parte de la Junta, sobre todo en aquellas áreas más lejanas a la capital, pero habiendo problemas incluso en los pueblos cercanos a Salamanca.
Relacionado con esto, la falta de recursos en la atención primaria, que es uno de los principales motivos de la sobrecarga en las urgencias, es también sangrante: gran presión asistencial que disminuye el tiempo de atención para cada paciente y que satura a los sanitarios, listas de espera de varios días e incluso semanas para consultas, enfermería o pruebas diagnósticas y de meses o años para especialidades, etc. Y como punto clave que demuestra otra vez que la salud sí entiende de clases, vemos la falta de centros de salud ya no solo en el rural, sino en amplias zonas obreras de la capital. Es el caso del barrio del Zurguén, en el que los vecinos llevan años reivindicando la construcción de un nuevo centro de salud que libere la presión asistencial en la otra orilla del Tormes, y es el caso del barrio de Prosperidad, que lleva esperando 15 años un centro de salud tras grandes movilizaciones vecinales y numerosas promesas vacías de las diferentes instituciones. Aunque en Salamanca estamos tristemente acostumbrados a las demoras y sobrecostes en las construcciones sanitarias, como bien refleja el nuevo Hospital que, tras inaugurarse con diez años de retraso, tiene numerosas deficiencias y carencias estructurales, se ha reducido el número de camas, el caos organizativo es total y parece que hayamos retrocedido en calidad asistencial.
Esta situación refleja perfectamente cómo se está empujando a la clase trabajadora salmantina hacia la sanidad privada de dos formas: de forma directa, derivando recursos públicos a lo privado y recortando a lo público, y de forma indirecta, empeorando la calidad de la atención y aumentando el descontento general, tanto de profesionales como de usuarios. Una vez más, vemos claramente cómo las lógicas del capitalismo afectan directamente a los intereses de la clase trabajadora, recortando en algo tan básico como es la sanidad, mirando únicamente por la lógica del máximo beneficio o de las mínimas pérdidas.
Ya el pasado 29 de enero los comunistas salmantinos participamos en la masiva Marea Blanca convocada por la Plataforma para la defensa de la sanidad pública, en la que miles de salmantinos y salmantinas salimos a la calle a pelear por estas cuestiones tan básicas, para denunciar el estado agonizante en el que está nuestra sanidad. Desde el PCTE de Salamanca lo dejamos claro: apoyamos la escalada de movilizaciones que se está viviendo en nuestra provincia, y reivindicamos la completa nacionalización de la sanidad bajo control obrero. Nadie se puede lucrar de nuestra salud, no puede ser un nicho de negocio para que grandes multinacionales sigan aumentando sus beneficios, ni un arma arrojadiza entre unos y otros políticos que, independientemente de su color, representan los intereses de la burguesía.
Nuestra sanidad está herida de muerte, y es más importante que nunca organizarnos no solo en los centros de salud, hospitales o consultorios, sino también en nuestros barrios y pueblos, para ganar las luchas más inmediatas, pero sin perder la perspectiva de que nuestra sanidad, en mayor o menor medida, funciona bajo las lógicas del capitalismo, y es con el capitalismo con lo que tenemos que terminar para avanzar hacia una sanidad y unos servicios públicos que miren por las necesidades del pueblo. Solo el pueblo salmantino puede salvar una sanidad pública, que los gestores del capitalismo, sus políticos y las grandes empresas están hiriendo de muerte.