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El Secretariado de la Iniciativa Comunista Europea (ECI) envía un cordial saludo a todas las mujeres trabajadoras. Desea a todas las mujeres salud y fuerza en las luchas que están por venir.

Marx y Engels ya estaban estudiando la situación social de la mujer trabajadora bajo el capitalismo. Se centraron en la explotación del trabajo asalariado, y también en formas adicionales de desigualdad y opresión, exclusión y discriminación en varios aspectos de la vida social, como las leyes, la familia y las relaciones interpersonales. Analizaron factores económicos y sociales moldeados históricamente que transformaron el trabajo de las mujeres de trabajo social a trabajo doméstico individual hace miles de años.

Igualmente, estudiaron las nuevas condiciones en el curso de la evolución social, con el desarrollo de la industria capitalista, que sacó a la mujer de los estrechos confines del «hogar familiar», abriendo la puerta para su participación en el trabajo social, en el trabajo asalariado. Dirigieron su mirada al futuro de la sociedad humana, a la abolición de la explotación y con ella la eliminación de todas las formas de opresión y desigualdad. Hoy, sus conclusiones, sus reflexiones, sus líneas de pensamiento siguen siendo valiosas guías en nuestra lucha.

En 1911, por decisión de la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, se instauró el Día Internacional de la Mujer por la liberación social y política de la mujer proletaria.

Desde entonces, la situación de las mujeres ha cambiado mucho, por ejemplo, ahora tienen los mismos derechos políticos que los hombres, mientras que la igualdad formal ante la ley es ahora la norma, al menos en el llamado mundo capitalista «desarrollado». Sin embargo, 112 años después del primer Día Internacional de la Mujer, las mujeres trabajadoras aún no son más libres.

La tasa de participación femenina en la fuerza de trabajo ha aumentado, pero a las mujeres se les paga menos que a sus compañeros de trabajo hombres, mientras que el cuidado de la familia sigue siendo una responsabilidad que recae casi en su totalidad sobre ellas. Una serie de servicios e infraestructuras para apoyar a la familia, como el cuidado de los niños y los ancianos, se han «socializado» en términos capitalistas. Es decir, se ofrecen en el mercado capitalista, a las mujeres que pueden permitírselos, en una calidad que depende de su precio. La carga que soportan las mujeres en el cuidado de los miembros de la familia las convierte en las primeras y mayores víctimas del empleo a tiempo parcial y flexible. Un grave efecto secundario de esta situación es que encuentran obstáculos para jubilarse y se enfrentan al riesgo de vivir por debajo del umbral oficial de pobreza después de su vida laboral.

La guerra imperialista hace estragos en Ucrania. Son los hijos, hermanos y compañeros de las mujeres rusas y ucranianas quienes corren el riesgo de perder la vida como piezas prescindibles de la maquinaria bélica que se pone en marcha para servir al enfrentamiento entre las potencias imperialistas. Son las propias mujeres y sus hijos quienes viven la violencia de la guerra y el desarraigo. La guerra imperialista destruye las estructuras sociales y políticas. La violencia contra las mujeres forma parte de la vida cotidiana en la guerra para muchas mujeres. Al mismo tiempo, los lugares de refugio, como las casas de acogida para mujeres, han sido destruidos en muchos lugares por la guerra.

En las condiciones de «paz» imperialista, la vida de las mujeres se deteriora en muchos aspectos. Además del deterioro de las condiciones salariales y laborales, se enfrentan a problemas agudos y cada vez peores en el ámbito de la salud y el bienestar social. Estos problemas se pusieron trágicamente de manifiesto en el contexto del empeoramiento de la pandemia y ahora siguen aumentando.

El Secretariado de la Iniciativa Comunista Europea rechaza los intentos de ideólogos, partidos y gobiernos burgueses de apropiarse del Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Del mismo modo, la propaganda de la política exterior feminista por parte de varios gobiernos burgueses debe ser firmemente rechazada. Esta política exterior no tiene nada que ver con los intereses de las mujeres, es un intento de disfrazar la habitual política exterior burguesa en interés del capital monopolista y financiero. Es el intento de inspirar a las mujeres para la continuación de la confrontación imperialista.

El capitalismo no tiene nada que ofrecer a las mujeres trabajadoras excepto explotación, opresión y pobreza. Los problemas y los callejones sin salida que vivimos hoy tienen su origen en la forma capitalista de organizar la sociedad y la producción según el criterio del máximo beneficio capitalista. No pueden ser resueltos por asociaciones e instituciones imperialistas, grupos empresariales y gobiernos.

Indicativa de las posibilidades que puede desencadenar la abolición de las relaciones de producción explotadoras es la experiencia de la construcción socialista a principios del siglo XX. Las mujeres de los Estados socialistas recibían los mismos salarios que sus colegas masculinos por el mismo trabajo. El trabajo de reproducción social, el mantenimiento y cuidado de la familia y el hogar, pasó de ser responsabilidad individual de las mujeres a ser una tarea cada vez más asumida por la sociedad. Estos logros tuvieron un claro impacto en el cambio de la percepción del papel de la mujer en la sociedad, para superar las visiones anacrónicas que limitan el papel de la mujer a las tareas del hogar y la maternidad, para promover a las mujeres como miembros iguales que contribuyen a la construcción del socialismo a través de su trabajo y su participación en las instituciones del poder obrero.

¡Las mujeres trabajadoras, al igual que los trabajadores, no tienen nada que perder en una revolución socialista, salvo sus cadenas!