Vivimos tiempos oscuros. Y no solo por el horror que se acumula, cerca y lejos, en uno y en otro idioma; sino también por la falta de esperanzas, la sensación de ausencia de alternativas. En Oriente Medio Israel perpetra un genocidio con la complicidad de la UE y los gobiernos europeos que, junto a la guerra entre Rusia y Ucrania, evidencia el riesgo creciente de un conflicto generalizado entre potencias. Millones de personas se ven avocadas a huir de sus países por las guerras, por la miseria y el deterioro ambiental provocado por la rapiña imperialista. La avaricia estructural de unos pocos, condena a la pobreza y el riesgo a los muchos en todo el mundo.
En nuestro país, los trabajadores no hemos hecho más que perder poder adquisitivo a lo largo de los años, llegando con cada vez más dificultades a final de mes, teniendo muchos de nosotros y nosotras, especialmente los más jóvenes, dificultades hasta para poder acceder a una vivienda. Y esto aun teniendo trabajo, pues nuestro salario ya no es garantía de mínimos vitales, igual que nuestros empleos, con el avance de la flexibilidad laboral, no lo son de ningún tipo de estabilidad básica. La ansiedad, la frustración y el cansancio conviven en los hogares y barrios obreros junto a la pobreza y la rabia.
Pero también la solidaridad, la lucha y la unidad forman parte de nuestro día a día. Y ahí reside en potencia la clave para acabar con la desesperanza y desilusión política que nace de la constatación de que las instituciones y los partidos políticos, incluidos los que dicen defender los intereses del pueblo, gobiernan siempre según los dictados de la economía, o lo que es lo mismo: en beneficio de los capitalistas que se lucran a nuestra costa. Los parlamentos y despachos ministeriales quedan muy lejos de nuestros barrios y lugares de trabajo, hagamos de ellos nuestras propias instituciones.
Si en vez de al vecino vemos al compañero, si en vez de a la que trabaja a nuestro lado vemos a la compañera, con las mismas dificultades, con los mismos intereses… y si en vez de sufrir y pelear en solitario empezamos a organizarnos, entonces, estaremos empezando a cambiar realmente las cosas.
Frente a la evidencia de que la socialdemocracia no puede ofrecernos más que callejones sin salida y frustraciones, dejemos de delegar nuestras vidas en manos de otros y de sus promesas. Frente a la reacción envalentonada que trata de enfrentarnos entre nosotros, de crear falsos antagonismos para aplicar más fácilmente un programa que arrase hasta con el más mínimo derecho para nuestra clase, cuidemos y reforcemos nuestra unidad. Frente al capitalismo y sus representantes, construyamos y levantemos una oposición obrera, una esperanza revolucionaria frente a la oscuridad: paso a paso, hombro con hombro y clase contra clase.
¡Contra la guerra imperialista!
¡Contra la carestía de la vida y la flexibilización laboral!
¡Por la unidad de toda la clase obrera frente al capitalismo y la reacción!